El presente se trata de un análisis multidimensional de la película Romper el Círculo escrita y producida por Coleen Hoover.
Es una trama en la que se puede identificar claramente un proceso de evolución personal, en el cual la protagonista, Lili Bloom, habiendo crecido en una familia disfuncional, logra aprender de sus experiencias dolorosas reconociéndolas, aceptándolas e integrándolas, para luego transformarse y elegir con mayor consciencia crearse una vida más responsable y amorosa.
La película muestra de una manera excepcional el mecanismo de disociación que experimenta Lili, mediante el cual no logra identificar con claridad la violencia instaurada en la dinámica vincular, hasta que el impacto de la intensidad del último acto violento experimentado la ayudó a hacer consciente lo que estaba viviendo, y le brindó el impulso suficiente para poder correrse del lugar en el que venia habitando. Asimismo, habiendo transcurrido el tiempo, Lili logra aceptar todo lo que había estado experimentando en el vínculo con su pareja y puede tener un acercamiento hacia él desde un lugar más amoroso. Un lugar en el cual había logrado reconocer todo lo que sus padres no habían podido resolver y cómo ella estaba repitiendo las mismas dinámicas. Desde allí, pudo manifestarle a su ex pareja, con quien acababan de ser padres, que ella no seguiría repitiendo el círculo de violencia, y que principalmente, decidía hacerlo por la hija recién nacida.
Lili pudo trascender sus inseguridades, los fantasmas originados por su propia historia familiar, aceptar lo que sus padres no pudieron hacer con ellos mismos, la manera disfuncional en la que ella misma se estaba vinculando y transformarse de manera resiliente, para poder crearse una vida más amorosa, hacia ella, su hija y todos los demás.
Es una película que habla de cómo se puede trascender el ego para vivir de un modo más amoroso y muestra con claridad dicho proceso de transformación. No habla de victimización, no habla de culpables, solo de responsables y elecciones conscientes.
Es verdad que hay momentos en los que los mecanismos defensivos, tales como la disociación en este caso, generan distorsiones cognitivas mediante las cuales es casi imposible poder reconocer lo que se está experimentando. Pero también es verdad que cada experiencia es perfecta para el momento del presente que se esté transitando, sin tener que ser evaluadas como positivas o negativas. Lili sufrió violencia física, emocional, ambiental y sexual por parte de su pareja, pero él no podía hacer algo diferente y ella lo eligió y sostenía el vínculo porque tampoco podía hacer otra cosa en ese momento. Quizás la violencia tuvo que ser de mayor impacto para que ella pudiera reaccionar, quizás su pareja tuvo que transitar por toda esa experiencia para entender su impulsividad, quizás la hija tuvo que nacer para traer información que el transgeneracional no estaba vislumbrando.
Cuando de violencia de género hablamos, hay una instancia en la que nadie puede hacer por los involucrados, lo que ellos no pueden hacer por ellos mismos. Los familiares o amigos pueden denunciar, intervenir o acercarse a brindar su ayuda, pero la dinámica se seguirá repitiendo en tanto y en cuanto los involucrados no puedan hacer su proceso interno de transformación. La pareja puede separarse, alejarse, pero sus integrantes seguirán repitiendo la historia con otras parejas o en otros ámbitos, hasta tanto ellos mismos no logren realizar un cambio de posicionamiento interno.
La salida siempre es hacia adentro, es decir, hacia la conexión con nuestro ser interior, con el amor que somos. El proceso es aceptar la propia historia, integrarla con amor, elegir con consciencia vivir en coherencia interna y vincularse siempre con uno y los demás desde la intención más amorosa que sea posible en cada presente.
